Bermúdez, ¿hasta cuándo?
CONTRASTES
Amigzaday López Beltrán
En los tres últimos sexenios, las áreas de Seguridad Pública han sido altamente cuestionadas por corrupción, colusión, complicidad.
Algunas se han mantenido durante casi todo el sexenio, como fue el caso con el ex gobernador Miguel Alemán. Con Fidel Herrera hubo cinco cambios. Algunos no llegaron a durar ni dos años.
En los poco más de tres años del gobierno de Javier Duarte, la designación de Arturo Bermúdez Zurita llamó la atención. Contrario a la llegada de militares, designados por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Javier Duarte nombró a un capitán no tan ligado al Ejército.
Tuvo cargos administrativos en el sexenio de Miguel Alemán, de seguridad con Fidel Herrera en el C4, cursos en el Ejército y el gran cargo, secretario de Seguridad Pública.
Bermúdez Zurita llegó con buena imagen, casi impecable. Se mostraba abierto pero reservado, caballeroso, eficiente. Se encargó entre los miles de policías de propagar el buen servicio, la oportunidad con base al esfuerzo, la buena imagen.
Recuerdo que una vez fui al Parque Natura y hablé con dos policías. Recién egresadas de la Academia. Amables, educadas, serviciales, con una excelente impresión de Arturo Bermúdez, la que propagaban, convencidas, estoy segura. Eso fue el primer año.
El segundo su imagen se empezó a desgastar, empezaron los roces con la prensa, los señalamientos, el extraño olor de que Bermúdez algo ocultaba. Que era un tipo peligroso, que era aficionado a disparar desde su helicóptero. Que tuviéramos cuidado (la prensa), que tenía grandes negocios, que se estaba enriqueciendo…
El tercer año. Bermúdez se mostró como es o quizá como cambió. Con soberbia, “pinches periodistas”; con omisión, “qué los busquen ellos”, dijo ante los cuestionamientos de personas desaparecidas, con agresión hacia la prensa y hacia los grupos inconformes. Se corroboró su fortuna. Hay la gran sospecha de norte a sur, que el grupo especial, es algo más que eso.
La certeza de que cuidar a la sociedad veracruzana, no es su prioridad. ¿Por qué sigue Bermúdez en el cargo luego del asesinato del décimo periodista Gregorio Jiménez de la Cruz?, cuando fue uno de los principales responsables por omisión al no atender la petición de enviar un helicóptero o mandar al afamado grupo especial de manera inmediata cuando fue solicitado.
No se lo explican ni quienes se fueron. Lo ven con recelo. ¿Hasta cuándo Bermúdez?
La explicación podría ser, por lo que se ve: es que es uno de los delfines para competir por una diputación, por eso su intento por limpiar su imagen.
TOPARSE CON UN EX SOLDADO.- Cuando se subió al autobús con su perra, una blanca raza bulldog inglés, sólo pensé: ojalá no se siente junto a mí. Temí
que su mascota mordiera a mi hija.
Era un tipo alto, más de lo normal, rebasaba los 1.85. Piel blanca, corte de cabello militar. Cuando pagó su boleto, habló como tres minutos con el conductor. El tiempo pasó muy lento, demasiado, porque la prisa arrastra los segundos. Todos lo veíamos, lo esperábamos.
Terminó su charla y, se sentó juntó a mí.
–¿Where are you from?, su inglés era arrastrado, como si tuviera problemas para hablar.
-México, respondí de mala gana, quizá asustada, porque hablaba con tal rapidez y con algo de sin sentido que pensé estaba bajo los efectos de las drogas.
Siguió hablando, preguntando. ¿Por qué estás aquí?…de mala gana contestaba. Enseguida relacionó México con inseguridad.
-¿Y esa cicatriz en la frente, porqué?
-Mi hermana me empujó de la cama cuando tenía cuatro años, contesté más intrigada por la pregunta.
Eso lo llevo a contar que venía de Afganistán. Hasta ese momento, presté atención.
Era uno de los soldados que fue regresado del país asiático, luego de combatir por cinco años, parte de las tropas de Reino Unido. Acababa de llegar a su país. Herido tres veces con arma de fuego. Me mostró dos de sus cicatrices. Una en su pecho, otra cerca de su garganta. Me contó el sonido de las balas, plam, bum.
Complicado de entender, porque quizá una de esas balas o las historias afectaron sus sentidos, era el objeto de las miradas. Se dio cuenta e increpó molestó a uno de los viajeros. ¿Qué pasa?, ¿Por qué me miras?
Siguió su plática conmigo con cordialidad. Una cascada de palabras. Secretos a voces. Is crazy, isn´t?, fue lo último que dijo. Terminó su viaje antes que el mío. Se despidió. Jaló a su mascota y se fue.
A todos en al autobús, nos quedo la terrible sensación de culpa. De pena, de mal juzgar. Nadie se atrevió a mirar al otro.
¿Será? Erick Lagos es la apuesta de Javier Duarte para competir en la sucesión, luego de la caída de Alberto Silva.
amigzaday@hotmail.com
