Desaparecidos

Ursulo Galván es el centro de atención policial tras la misteriosa desaparición de ocho policías municipales. Sin embargo, este caso es sólo el iceberg de un fenómeno que se ha generalizado en municipios aledaños: la desaparición de cientos de ciudadanos presuntamente a manos de la delincuencia organizada.

ÁNGEL RAMOS TRUJILLO

La desaparición de ocho policías del municipio de Úrsulo Galván el 10 de enero es sólo la punta del iceberg del fenómeno que ocurre en esa región cañera de Veracruz. Desde hace tres meses, aseguran pobladores de esa zona, los desaparecidos empezaron a contarse por decenas.

Después de varios días de visitar oficinas públicas en busca de alguna pista sobre su paradero, las familias de los ocho policías perdidos encontraron que no estaban solos. En los municipios aledaños hay otras familias buscando a personas extraviadas. La mayoría hombres jóvenes que fueron “tragados por la tierra”.

“Cuando nosotros fuimos a poner la denuncia al Ministerio Público de Cardel, la persona que nos atendió sacó un expediente gigantesco y nos dijo que todos eran de personas perdidas, que eran más de 100”, relata el padre de uno de los casos encuadernados en ese archivo.

El 20 de enero, 10 días después de la desaparición del grupo de policías municipales, sus familias tomaron el parque central de Ciudad Cardel para exigir a las autoridades que encontraran vivos a sus seres queridos.

También invitaron a todas las familias que tengan a uno de sus miembros desaparecido a que levantaran la voz y exigieran justicia. Les pedían no tuvieran miedo.

“¿Cuántos desaparecidos más? ¡No más silencio! ¡No sólo son ocho!”, decía la manta que Luis Alberto Valenzuela Padilla, padre de uno de los policías desaparecidos, sostenía con ayuda de su esposa y algunas de las mujeres de los otros oficiales.

En solo 10 días, relata el padre de familia, vislumbró la crudeza de una realidad de la que había oído, pero a la que fue indiferente porque pensó que nunca le sucedería a él.

“Oímos siempre de personas desaparecidas, de víctimas de la delincuencia, pero uno piensa que no nos va a pasar, hasta que te dicen que tu hijo está desaparecido y que no hay ningún rastro de él”, expone Luis Alberto

El padre del policía Luis Alberto Valenzuela González, de 25 años, platica que el día que acudió al Ministerio Público de Cardel a poner una denuncia por la desaparición de su hijo conoció a cuatro mujeres que buscaban noticias de los suyos, quienes presuntamente fueron “levantados”.

“Esos muchachos desaparecieron hace 45 días. Dos de ellos eran estudiantes universitarios. Ellas me contaron que tocaron muchas puertas, que fueron a todas las dependencias, pero que todavía no les han dicho nada, que nadie sabe nada sobre lo que pasó con sus hijos”, relata.

Luis Alberto agrega que durante el calvario que ha significado buscar noticias de su hijo conoció a más mujeres y hombres que intentan hallar a sus seres queridos. Encontró que la mayoría de las desapariciones ocurrieron a partir de noviembre del año pasado.

“No tenemos datos exactos, pero es un hecho. La gente sigue desapareciendo. El Ministerio Público no se da abasto, nunca se había visto esto. De tres meses para acá son la mayoría de los casos que conocemos”, detalla el padre de familia.

“ÉL NO SABE QUÉ ES LA VIDA”

Laurencio López Morales, de 75 años, es un agricultor de caña retirado que ocupa las últimas energías de su cuerpo para encontrar a su nieto desaparecido el 20 de noviembre de 2012.

Con cierta timidez y con una foto de su nieto en el bolsillo, Laurencio se acercó a los familiares de los policías para exponer su caso y pedir ayuda, pues hasta ahora no ha conseguido ni una sola pista por su cuenta.

“Como mi nieto hay mucha gente perdida pero la gente de aquí tiene miedo de decir algo. A mi no me importa lo que me pueda pasar, yo ya viví mi vida, a mi el que me importa es mi nieto porque él todavía no sabe qué es la vida”, expresa el hombre con la voz entrecortada.

Maximiliano López Bartolomé, de 18 años, trabajaba en la planta nuclear de Laguna Verde y esperaba renovar pronto su contrato en ese lugar, de donde ganaba recursos para ayudar a su madre y a su abuela enferma.

El día que el muchacho desapareció, en las calles de la colonia Linda Vista de Ciudad Cardel, otros dos jóvenes fueron “levantados” en un punto cercano según relatan testigos, dice don Laurencio mientras sostiene una fotografía de Max.

“Eran dos muchachos que yo creo que ya iban en la prepa. Más o menos de la edad de mi nieto. Ellos desaparecieron el mismo día que él, a ellos los levantaron, por eso yo digo que a mi nieto le pasó lo mismo, pero de él nadie vio nada”, platica el campesino.

A más de 60 días de la desaparición de su nieto, don Laurencio está consciente que existe una probabilidad muy grande de no encontrar al muchacho con vida. Sin embargo, asegura que preferiría que le entregaran el cuerpo de su nieto a no tener más noticias.

“Así podría al menos enterrarlo y tener un lugar a donde ir y dejarle una flor”, sentencia el viejo.

“SE LOS LLEVÓ EL EJÉRCITO”

La última vez que Enrique Tostado Ruiz habló con sus hermanos Sergio y Yahir, estaban a punto de pasar por un retén militar en la comunidad de Chichicaxtle, perteneciente al municipio de Puente Nacional.

El 20 de diciembre los hermanos viajaron a esa comunidad para comprar refrescos para la fiesta de una sobrina pero ya no regresaron. Según lo que Enrique pudo averiguar con los habitantes de esa comunidad, Sergio y Yahir fueron arrestados por miembros del Ejército Mexicano.

“Yo les hablé a la 1:10 de la tarde para decirles que se regresaran, que ya habíamos conseguido los refrescos, pero ellos me dijeron que iban a cruzar por un retén de militares y que si se regresaban iban a verse sospechosos.

“Como 15 minutos después les volví a marcar pero ya no me contestaron, pasaron las horas y ellos no regresaban. Luego fuimos a Chichicaxtle y ahí nos dijeron que los del Ejército los habían arrestado de forma violenta”, relata Enrique.

El hermano mayor del policía estatal de 33 años y el ayudante de mecánico de 23 años, expone que la Secretaría de la Defensa Nacional asegura que sus hermanos no fueron detenidos por ese organismo, pues no existió un operativo ese día en aquella zona.

No obstante, vecinos de Chichicaxtle constatan que la zona fue vigilada después de un enfrentamiento registrado ese día no sólo por integrantes del Ejército, sino también por miembros de la Policía Estatal y la Policía Federal.

Durante el primer mes en el que sus hermanos permanecieron desaparecidos, Enrique y su familia conocieron al menos 20 casos de personas que fueron vistas por última vez en circunstancias similares a las vividas por Sergio y Yahir.

“De lo que yo he podido investigar todos estos días, hay muchos casos parecidos a los de mis hermanos. Hay muchos casos de gente que aparentemente fue arrestada por el Ejército o por la Marina y que luego ya no se sabe nada de ellos”, explica Enrique.

¡VERACRUZ NO ES SEGURO!

En la víspera de la celebración del Carnaval de Veracruz, la zona conurbada es vigilada por cientos de elementos de las fuerzas federales y locales, mientras que, a menos de una hora de distancia, el municipio cañero de Úrsulo Galván permanece prácticamente sin vigilancia.

Después de la desaparición de ocho policías, los otros nueve que formaban la corporación decidieron renunciar. Ahora sólo hay dos patrullas de la Policía Estatal dedicadas a vigilar los alrededores del Palacio municipal.

El 27 de enero, todavía sin recibir noticias de sus seres queridos y cansados de la apatía de las autoridades ministeriales y de seguridad pública, las familias de los elementos policiacos y de otras personas desaparecidas tomaron el malecón del Puerto, sitio emblemático de la ciudad de Veracruz.

“Queremos que los turistas que vienen a la ciudad constaten al vernos que lo que dice el gobierno es una mentira. Veracruz no es seguro. Hay gente que está desapareciendo muy cerca de aquí y ellos, los que pueden hacer algo, no hacen nada”, reclamó la esposa de uno de los uniformados perdidos.

Las lágrimas de las esposas y las madres, los gestos entristecidos de niños que llevaban en todo lo alto las fotografías de sus padres, con la esperanza de que alguien los viera, eran parte del paisaje jarocho de aquel domingo caluroso.

“Esto también es Veracruz. Este dolor que estamos sintiendo tal vez cientos de familias. Queremos que el gobierno entienda que no todo es turismo y fiestas, también estamos nosotros y queremos que volteen a vernos”, añadió Luis Alberto Valenzuela Padilla, quien asegura que no bajará la voz hasta encontrar a su hijo perdido.

*Originario de Coatzacoalcos, Veracruz. Licenciado en periodismo por la Universidad Veracruzana. Quería relatar historias de ficción hasta que encontró que también es importante contar las reales, por eso se dedica al periodismo. Actualmente trabaja en el periódico Imagen de Veracruz.

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Amigzaday López Beltrán
Periodista mexicana radicada en Inglaterra. Fundadora de Revista Era. Ha colaborado como freelance en medios como Proceso, Democracia Abierta, Houston Chronicle y Women in Journalism.

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