El futbol y la pedagogía informal de nuestras pasiones

Pocas cosas o en muy escasos deportes de conjunto suelen destacar los mexicanos. No ha sido así con los deportes individuales donde hemos tenido nuestras principales glorias. El boxeo ha sido una de ellas, la caminata es otra. Pero el futbol es el juego de conjunto, “el juego del hombre”, la expresión más rupestre de nuestro machismo nacional, ha sido el deporte que a pesar de sus muy menores logros, despierta las más grandes pasiones y descarga la sed de reconocimiento de millones de mexicanos.

El respetable convertido en público masivo por la televisión, achica las distancias (para no quedarnos atrás en el lenguaje futbolero) sin revertir las diferencias; pues no es lo mismo ver un encuentro en el estadio, en un home theater o en un modesto aparato Mitsui. Ni en el estadio, ni en casa, los públicos dejan de mostrarnos sus discrepancias en forma y lugar. Pero la pasión futbolera une siempre a los desiguales reformulando nuestras diferencias, defender el orgullo nacional exaltado por no pocos opinadores que tienen en el autor de Sangre de Campeón, al preclaro e insigne filósofo de sus sesudas y reiteradas intervenciones en su muy modesto vocabulario. Una pancarta en el mejor lugar de sombra del estadio hace gala de esto y comunica al público que no ha podido más que pagar un lugar en el sol más inclemente: “los queremos aunque sean pobres”.

El encuentro inicia con los honores a la bandera y se canta a una sola voz el himno nacional. El sonido local informa: “a continuación entonaremos el himno nacional”. Acto seguido, el público (¿quién dijo que los mexicanos no podemos seguir las reglas?) se pone de pie, conmina a los más pequeños a hacer lo propio, saludan a la bandera como a los adultos nos lo han enseñado nuestros maestros desde la educación básica y un coro de voces se une en el climax reflejado en aquellas estrofas que hace más de siglo y medio sistentizan la identidad nacional. El graderío expande su pedagogía y con valor cívico reclama a los guardianes de la seguridad y el orden su falta de coherencia ante solemne acto: “¡¡¡ poli, saluda, cabrón, que no estás escuchando el himno nacional, pendejo !!! Se escucha desde la tribuna. El modesto policía ignora cómo reaccionar cuando la masa subvierte las relaciones de poder y saca ventaja del número y el anonimato. En otro contexto, el uniformado hubiese sacado el tolete, propinado unos cuantos golpes al que lanzó ese desafío y no pocos mensajes recordándole a su progenitora. No está mal que el respetable corrija a la autoridad, pero no necesariamente esa es la mejor forma de hacerlo.

Sin embargo, el público suele ser duro con la autoridad porque la misma vara le han aplicado en otros escenarios, aunque también hace patente su generosidad y en algún grado revierte el desequilibrio. Cuando el policía se convence que la razón asiste al respetable, lentamente (como tratando de pasar desapercibido, cuando es el foco de toda la atención) desliza nerviosamente la mano derecha hacia su frente, como no le han enseñado en la escuela de policías, pero sí las películas de Cantinflas, culminando por fin con el patriótico saludo. El graderío estalla de júbilo: ¡¡¡ bravo por el poli !!! Una voz en el concierto de gritos y silbidos hace patente la gallardía del respetable y pide a sus conciudadanos un aplauso para el oficial inculpado y nadie de los presentes escatima esfuerzo alguno, recompensando con aplausos la autoestima dañada del representante más modesto de la autoridad.

Terminado el ritual cívico, el sonido local que, por cortesía, anuncia en primer término la alineación del equipo visitante, inicia un nuevo catálogo de injurias y vejaciones para minar la autoestima de los contrarios. El llamado jugador número doce comienza a hacer su parte. La voz cavernosa del sonido local hace eco por todo el estadio y anuncia sin evitar el sobrenombre: “en la portería, Oscar, el conejo Pérez”. Y a coro el respetable estalla: ¡¡¡¡ es putoooooo !!!! En la defensa, continúa el sonido local, con el número dos, José Guadalupe, lupillo, Castañeda. Y el público vuelve a la carga con su editorial en cuatro palabras: ¡¡¡ chingue a su madre !!!!

Cuando por fin toca a los de casa, un concierto de voces festeja a cada uno de los integrantes de los charalitos rojos del Veracruz. En la portería, dice el sonido local, Adolfo Ríos. Bravo!!! Grita la afición y así van cubriendo en elogios a cada uno de los jugadores.

Una intrépida dama en la tribuna ha tomado nota de las destrezas y atributos de los jugadores. Sólo después de hacer un recorte completo de los contendientes, espeta con singular malicia: “hay que asolearse más guero”. Con sagaz atrevimiento reta por partida doble tanto el machismo local, como al ajeno.

El respetable no deja titere con cabeza. Los arbitros son, casi siempre, los malos de la película, los verdugos que echan a perder el juego; castigando injustamente jugadores, aplicando las reglas incorrectamente o a conveniencia, diría la inchada. En cada contienda, los hombres de negro suelen llevarse como recuerdo una buena dosis de mentadas de progenitora expresadas de muy diversas maneras o bien, un “ulerooooo” evacuado en diferentes tonos y a lo largo de todo el encuentro.

A estas alturas, el respetable destila la alegría contenida durante siglos de ignominiosa represión y autoritarismo. El Chepo De la Torre o cualquier otro técnico nacional, los estrategas que desde el banquillo sufren minuto a minuto el partido, son almas que han ganado por esfuerzo propio su hemiciclo cuando los triunfos los acompañan, porque su osadía es de tal talla y nivel que casi alcanzan a nuestros héroes. Y nuevamente el cochino nacionalismo se enseñorea por toda la tribuna. Un rosario de improperios hace gala por todo el graderío, que convierte la variedad de insultos al juez de todas nuestras desgracias nacionales, a los contrarios, “los enemigos de México”, en un catálogo muy diverso de insultos, una enciclopedia que contiene la gran vitalidad del lenguaje ordinario con que el público suele descargar las energías contenidas.

Y, al final, lo que parece menos importante es el partido mismo. A menudo pasan sin pena ni gloria, si uno se dedicara verdaderamente a verlo moriría de aburrición. Lo importante está en las gradas y los efectos catárticos que el desempeño de sus actores suelen producir en el respetable. Así, al menos pueden desfogarse las pasiones reprimidas a lo largo de la semana. Algo es algo, aunque podríamos tener mejor futbol.

{fcomment}

Amigzaday-th
Amigzaday López Beltrán
Periodista mexicana radicada en Inglaterra. Fundadora de Revista Era. Ha colaborado como freelance en medios como Proceso, Democracia Abierta, Houston Chronicle y Women in Journalism.

Comentarios

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here

Related Articles

Disminución en las previsiones de crecimiento en Reino Unido, reducción de impuestos a empresas y amenazas para los beneficiarios del Crédito Universal

El ministro de Hacienda, Jeremy Hunt, dio a conocer su declaración de Otoño donde anunció una reducción de impuestos para empresarios de hostelería,...

Seguro de desempleo en Reino Unido podría detenerse inmediatamente después de 12 meses, amenaza ministro de Hacienda

El ministro de Hacienda, Jeremy Hunt, advirtió que se impondrán "sanciones más estrictas" a las personas "que deberían estar buscando trabajo, pero no lo...

Sunak enviará un proyecto de “ley de emergencia” para que Ruanda sea seguro para el envío de migrantes

El portavoz del primer ministro afirmó que la "legislación de emergencia" sobre Ruanda se elaborará "en las próximas semanas".

Translate »