A partir del 3 de diciembre próximo, el Perú y Chile iniciarán un nuevo capítulo de su siempre agitada relación política, al iniciarse las audiencias orales en el juicio que Lima demandó a Santiago ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre la delimitación marítima entre ambos países.
Durante quince días, los representantes de ambos bandos darán a conocer sus posturas, defensas y argumentos. Luego de ello, la Corte, tal vez en unos seis meses, emitirá su veredicto final.
El diferendo entre el Perú y Chile tiene dos lecturas. En primer lugar está la cuestión técnica. La demanda peruana se basa en que no existe un tratado de delimitación marítima con Chile y, por lo tanto, se debe reordenar la soberanía de una zona marítima de casi 38.000 kilómetros cuadrados.
Para Chile no existen temas limítrofes pendientes y apelan a unos acuerdos pesqueros de 1952 y 1954, afirmando que se trata de tratados de hecho.
La diferencia está en la zona de límites entre Chile y el Perú, dado que no se trata de una línea continua, por lo tanto, dependiendo de dónde y cómo se mire, no existe equidad de mar, sobre todo para la zona peruana de Tacna.
La segunda lectura del contencioso peruano-chileno tiene un componente político. Dado que la Guerra del Pacífico entre 1879 y 1883 dio como ganador a Chile – lo que significó perdida de territorio para Bolivia y el Perú- siempre ha existido una suerte de guerra fría entre Lima y Santiago, azuzada, claro está, por los sectores radicales y conservadores de ambos países.
Las relaciones comerciales entre Chile y el Perú pasan por su mejor momento. Chile invierte en su vecino 11 mil millones de dólares, mientras que el Perú invierte en el sureño país dos mil millones de dólares. Adicionalmente, más de 100 mil peruanos viven en territorio chileno, dedicados, en su mayoría, al rubro de servicios.
Estos elementos hacen pensar que la relación entre Lima y Santiago debe ir siempre por cuerdas separadas. Es decir, los temas comerciales, políticos y demás se deben desarrollar normalmente, mientras la demanda peruana ante Chile en La Haya es un asunto que debe verse exclusivamente desde una perspectiva jurídica, pues el veredicto de la corte será inapelable.
Lo complicado de la relación es que los sectores militaristas y conservadores aprovechan la coyuntura para alimentar viejas rencillas y resucitar a fantasmas que el grueso de la sociedad intenta mantener.
El diferendo marítimo entre el Perú y Chile es un asunto que debe verse con frialdad y responsabilidad. Existe una diferencia, como la que tuvo Nicaragua con Colombia, y seguramente la Corte de La Haya emitirá su fallo a mediados del 2013 sin darle la razón a uno u otro lado, sino apelando a un criterio de equidad del derecho internacional.
El problema central entre el Perú y Chile pasa por el recuerdo de una infausta guerra que ha dejado cicatrices que aún no cierran. Tras la Guerra del Pacífico, Bolivia perdió su acceso al mar, mientras que el Perú perdió parte de un territorio rico en salitre.
No obstante, el esfuerzo de algunos sectores y gobiernos por intentar mantener una relación amistosa tuvieron notables avances en las últimas décadas. Si los pacifistas de ambos lados logran imponerse a los radicales que ven en el fantasma de la guerra elementos de conflicto, entonces la relación entre Chile y el Perú podrá seguir mejorando, aun más allá de un contencioso como el que tendrá lugar en La Haya.
Mapa que destaca la zona o área en controversia, con forma de trapecio, a partir de la intersección de las líneas de base del Perú y Chile. El área contigua se ha denominado “Triángulo Exterior” en el Perú.
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