El martes 15 de julio del presente año, alrededor de las 3 de la tarde Alberto Hernández Sánchez, colaborador de este medio de comunicación, caminaba cerca de un cañaveral en las afueras de la congregación Paso del Toro del municipio de Jalapa hacia el Centro de esta ciudad, cuando fue amagado por un criminal que lo despojó de más de 7 mil pesos que acababa de recibir de remuneración laboral. (Nota original en http://diariotribuna.net/?p=2967)
Cuando el asaltante armado emprendió la carrera Hernández Sánchez pidió un “aventón” a unos conductores, y en pocos minutos llegó al retén de la Policía Estatal Acreditable ubicado en la congregación El Castillo, donde solicitó ayuda para atrapar al delincuente; sin embargo los policías que supuestamente vigilan en ese punto de la Capital del Estado de Veracruz desestimaron su demanda de auxilio, argumentando que tenía aliento alcohólico y diciéndole que no lo ayudarían.
Ante la negativa de los “oficiales” Alberto telefoneó a la línea de emergencias 066, y al oírlo los sujetos uniformados le cuestionaron sobre sus ocupaciones. Cuando respondió fue que el mundo se le vino encima, pues comentó que colabora en la prensa, y en específico para el Diario TRIBUNA. En ese instante y sin decir agua va todos a la vez lo sometieron, lo despojaron de las escasas pertenencias que pudo salvar del asalto que intentaba denunciar, le quitaron y revisaron su celular y lo sentenciaron con un “ahora si valiste hijo de la chingada, con que trabajas en el TRIBUNA, ¿no?”.
Mientras lo atacaban un presunto policía empezó a tomar fotos y videos de la “acción”, al tiempo que le reiteraban la sentencia: “ya valiste”.
Al preguntarles cuál era su delito, los policías una vez más le machacaron que “por ser prensa y del Diario TRIBUNA”.
No conformes con su detestable proceder, los elementos de la Policía Estatal realizaron varias llamadas a sus compinches con bozal y de pronto aquello parecía zona de guerra ante la llegada de más “refuerzos”.
Alberto estaba confundido, pues no alcanzaba a comprender por qué lo estaban arrestando. Insistentemente preguntó: ¿Es por trabajar en la prensa?, ¿Es por trabajar en Tribuna?, a lo que los policías le escupieron en el rostro: “¡Cállate el hocico, te va a cargar tu puta madre!”.
Escuchó que desde el Cuartel de San José enviaron una patrulla “especial” de policías con bozal, quienes en pandilla y con golpes lo subieron a la batea de la camioneta como si fuera un delincuente, y no de los más peligrosos porque a esos hasta disculpas les ofrecen y los tratan con algodones.
Una vez pisoteado sobre la unidad policial y a risotadas, lo exhibieron a la mirada de los transeúntes.
Alberto siguió preguntándoles que adónde lo llevaban, pero sólo recibía insultos de los presuntos policías.
Su pulso se aceleró cuando observó que la patrulla no enfilaba hacia el Centro de Jalapa.
Los elementos lo llevaron de “paseo” por las colonias marginales de la urbe, donde fue atacado a puñetazos y puntapiés.
“Yo pensé, ya valí, estos cabrones me van a llevar a otro lado, tuve mucho miedo”, cuenta Alberto con el enojo y la impotencia por las agresiones a que fue sujeto por parte de estos elementos de la supuesta Policía Estatal Acreditable.
Después de lo malo lo menos peor, pues para su fortuna los policías luego de traerlo arriba abajo intimidándolo, y amenazarlo para que no denunciara, lo llevaron al Cuartel de San José, sede estatal de la “Policía Acreditable”, donde lo recluyeron. Ahí Alberto siguió preguntando por el motivo de la privación ilegal de su libertad, a lo que por toda respuesta recibió malos tratos y mediante golpes lo hacinaron en una celda donde estaban otros detenidos.
Luego lo pasearon por el Cuartel y lo forzaron a un presunto examen médico donde Alberto le dijo al doctor que lo atendió que a él le consta que no estaba borracho, sin embargo el doctor refirió que él no podía hacer nada, que era el procedimiento.
Alberto siguió insistiendo en que le explicaran el motivo por el cual lo detuvieron de esa forma. Reclamó en voz alta que si su delito era por ser de la prensa o por trabajar en Diario TRIBUNA, pero nadie le contestaba, hasta que una persona que manifestó ser del departamento jurídico de esa corporación se acercó a platicar con él y le admitió en voz baja que efectivamente le estaban violando sus derechos.
Desde su llegada a los separos el detenido pidió hacer una llamada para avisarle a sus familiares, pero este derecho en forma inaudita le fue violentado durante casi 5 horas.
Cuando pudo le avisó a su hija para que fuera por él, pero al llegar ésta de manera burlona varias veces le negaron la presencia de su padre en las mazmorras, hasta que “milagrosamente” lo ubicaron.
Vino el remate: le advirtieron que no lo dejarían ir sin antes pagar una multa y ser fichado para los expedientes de la policía.
Alberto se negó rotundamente a ser fotografiado (de nuevo) y que le tomaran sus huellas dactilares. “Yo no cometí ningún delito, porque me van a tomar fotos y mis huellas”, recuerda impotente ante el abuso policiaco. Se impuso la fuerza numérica y con violencia le entintaron ambas manos y lo pararon frente a las cámaras para la ficha signalética.
“Tienen mi domicilio, tienen mis huellas y mis fotos. No se vale. ¿Qué hice yo para que violaran mis derechos de esa forma?”, señala Alberto luego de esa experiencia traumática donde su único “delito” fue revelar que colabora en este medio de comunicación, y pedir auxilio a las “autoridades” para atrapar al ladrón que le arrebató el sustento familiar del que no hicieron ni el menor esfuerzo por recuperarlo.
Después de pagar 300 pesos “Por contravenir el Bando de Policía y Gobierno de Jalapa en fundamentos de los artículos 49, 65 fracción I, II, III y XXI constitucional en solicitud del folio 12708”, Alberto Hernández Sánchez fue lanzado a la calle bajo amenazas de los elementos policiacos que tanto presume el jefe de ellos Arturo Bermúdez Zurita, y el gobernador Javier Duarte de Ochoa.
