Es el oficio más viejo y uno de los más difíciles. Sortear con clientes borrachos o drogadictos. Verse bien para enfrentar la competencia, la falta de trabajo, pagar la cuota para ser protegida, vender droga o hasta ser halcona, todo para sobrevivir en el aguerrido mundo de las damas de la noche
CARMEN KAHLO
La zona roja de Veracruz se enciende a eso de las siete de la noche. Sentadas en sillas blancas de plástico, marca Corona ó Coca Cola, las “Barbies” maquillan sus rostros.
Por el espejo redondo, forrado en satín color rojo, observan como a la caza, el andar de los hombres, en espera de clavar en alguno de ellos, la mirada fija para invitarlo a “una sesión de perversión y buen sexo”, como precisan coquetas las damas.
Sin embargo, este mundo es sinuoso. Los actos de magia sorprenden al que no está involucrado. Las Barbis lo conocen a la perfección, no sólo en el arte de la seducción, también el de contrabandear, luchar y defender el territorio al precio que sea necesario.
Es difícil hablar con ellas. Temen a quedar descubiertas como si hablar las desnudara más que quitarse la ropa. Sin embargo, después de mucho rondar la zona por varias noches, pude ganarme su confianza y entrevistar a Guadalupe Avendaño quien hace unos años era Oscar Rodríguez.
Guadalupe lleva un entallado y diminuto vestido color turquesa. Las sombras de sus parpados azul eléctrico con blanco, enmarcan su perfilado rostro. Ella asegura que sólo se operó la nariz, que desciende en unos labios delgados y carnosos entintados por el brillo nacarado de marca MAC, ese que huele a fresa.
Su fisonomía es la de una mujer. Caderas, pechos, cabellera larga hasta media espalda en color miel, sin embargo el timbre de su voz siempre la delata.
“La primera vez que me descubrí mujer sabía que no iba a ser fácil, pero veme aquí dándole vida al talón. Afortunada de calzar del cuatro y poderme comprar cuanto pinche par de zapatos se me venga en gana, no que las otras pobres híjole que mal se ven. Ahí andan las pobres con su chanclita de pata de gallo, de pena ajena”, expresa mientras saca de su pequeña bolsa una cigarrera color plata y un
Zippo grabado con una rosa roja en el que dice “Lady”.
Guadalupe enciende el Pall Mal mentolado entre unas manos delicadas, adornadas con uñas postizas color marrón con piedritas brillosas.
Ahora me pide que la llame Lupita. Ahí me doy cuenta que ya me gané su confianza, además de hablarme ahora abiertamente. La prostitución en el Puerto se ha visto seriamente afectada desde la oleada de violencia. Ya casi no hay trabajo, las casas de citas se han reproducido como cucarachas relegando a quienes se dedican a este oficio, sobornando en ocasiones con servicios sexuales a la autoridad.
“Los del Ejército y la Marina de vez en vez nos hacen revisiones, porque se ha dado mucho que muchas aprovechamos al cliente borracho, lo robamos y a la chingada. Algunas se pasan de madres y los pican, inclusive los balean. Esas mamadas conmigo no van, ahora los pocos policías que hay se la dan de muy alto pedo, muy la divina garza envuelta en huevo, pero sé que se les hace agua la boca y, otras cosas mana”
Lupita refiere que estas situaciones han obligado a los varones, quienes primordialmente son los usuarios de este servicio, a refugiarse en las casas de citas que no son nada económicos.
“Son para un selecto grupo de caballeros que gustan de pagar tres mil pesos o más por el servicio sexual, que a veces no lleva al cabo, muchas veces los clientes son drogados por los mismos trabajadores para robarlos. Es un pedo trabajar con esa gente, aparte de que te quitan lo poco que puedas ganar. Les ponen luego drogas a las bebidas que los ponen más pedos de lo normal y ya, los acompañan a la puerta, les piden un taxi y a chingar su madre, bien bolseados”.
LA JUNGLA DE ASFALTO
Desde que la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) instaló cámaras de seguridad en la zona de mercados del Puerto, la crisis se ha hecho presente.
“Antes era fácil mana si no caía nada o no andabas de humor, te salías con tu bolsa. Así como que andabas en la pendeja y madres, te bolseabas de rápido a alguien y ya, pero con esas pinches cámaras ya no hay puntos ciegos, y los que están pues es difícil que la gente pase por ahí. Se batalla mucho la verdad”, reconoce sin pudor.
Robar era un arte, precisa Lupita. Te ponías de acuerdo con alguna compinche y entre las dos lo rodeaban, una por delante y la otra por detrás. Esa lo abrazaba y la de adelante, llevaba la parte más difícil.
“Tenias que apretujarle los huevos y decirle: ora´ sí puto, ya te cargó, y rápido lo bolseabas. Le metías un madrazo por detrás o por delante y, pues obvio se iba a doblar y caer al suelo. Eso te daba tiempo suficiente para que medio corrieras y te perdieras en el mercado.
Una zona donde también hay reglas. Ya sea en el sexo o con los alimentos los empleados son una gran familia con reglas establecidas.
“Jamás robamos a la gente del mercado, a los que tienen sus puestos ni nos metemos con sus hijos o sus maridos, así ellos jamás se meten”, explica.
Un automóvil Jetta color negro se aproxima hasta su esquina, en las calles de González Pagés casi esquina Alacio Pérez. Lupita se acomoda el vestido, saca el espejo MAC y se cerciora de que el maquillaje no se haya corrido. El conductor del Jetta pasa despacio como viendo si algo de lo que está ahí en pie se le ofrece, pero no detiene su marcha.
“Así es esto mana, por eso debes venir bien antojable, porque ya se ponen al pinche pedo”.
COMPETENCIA ILEGAL
Desde que el movimiento migratorio se ha hecho más pronunciado, muchas de las centroamericanas que van de paso hacia el sueño americano, luego de ser asaltadas y de quedarse sin un peso, trabajan como prostitutas, relegando a las locales.
“Ha llegado mucha hondureña, te das cuenta porque hablan raro y se visten raro y por el hecho de ser mujeres ya los hombres les dicen ¡uy que rica, a ti sí te llevo!”, señala envidiosa.
DERECHO DE PISO
Con el arribo de células delincuenciales a Veracruz, las sexoservidoras, mujeres y transexuales, deben de pagar la tan temida cuota, que oscila entre los 700 y mil pesos diarios, cantidad que de no ser pagada es cobrada con severas golpizas.
“Si no pagas a chingar su madre, senda putiza que te acomodan. Esta cuota sirve para protección por su algún cliente se nos pone pendejo. Les llamamos y ellos llegan y se lo ajustician. Sí, sí sirve la seguridad pero a veces ni para tragar sacas entonces pues debes de hacerle de otro modo, dando tus servicios, vendiendo droga que es de ellos o echándoles aguas con los Marinos, como halcón”, confiesa.
Lupita toma el bolso y saca el segundo cigarrillo de la noche, regresa el Zippo a la bolsa y saca un paquete de tic- tac. ¿Quieres uno? Acepto los dulces y le pido un cigarro, vuelve a sacar el encendedor y me lo prende.
“La gente piensa que ser puta es la cosa más sencilla del mundo, pero no es así mi chava. Aquí uno es una mercancía que debe verse bien para venderse bien. Talonearle duro para poder ser alguien, porque este pinche país de mierda sigue sumido en la pinche discriminación. Odia a sus indígenas, odia a sus homosexuales y odia a sus putas, milagro y no odian a su madre por haberlos parido”.
Se acerca un taxi y la llama con un ademán. Debo irme ya me mandó a pedir mi cliente desde hace tres años le trabajo y es el que a veces me salva la noche. Cuídate mana, ahí luego platicamos, y ya sabes sin gorrito no le entres a la fiesta, me aconseja.
El sonido de sus pasos rompe la monotonía, aborda la unidad 2624 y desde adentro me avienta un beso.
*Oriunda del norte del país, veracruzana por imposición. Licenciada en comunicación, megalómana de corazón y pro defensa animal. Con nueve años en el periodismo, ha incursionado en el mundo de las artes visuales y la redacción.
