La nueva guerra fría

En una escalada de violencia verbal, el gobierno de Corea del Norte amenaza con lanzar un ataque nuclear en contra de Estados Unidos, pero ¿son las advertencias de Pyongyang el inicio de un conflicto bélico real o sólo el intento de una pequeña nación para legitimarse?

JOAQUIN CASTILLO VILLALVA

El pequeño estado de Corea del Norte flanqueado por grandes potencias en Asia ha emprendido una nueva campaña de retórica incendiaria con el afán de sacar provecho político de sus amenazas de ataque nuclear a Estados Unidos y a su vecino Corea del Sur.

Esta estrategia de disuasión nuclear recuerda a los tiempos de la guerra fría, con la notable diferencia que la diminuta y empobrecida Corea del Norte tiene que jugar más al amago que a la verdadera imposición de un poder nuclear que no está claro que pueda desplegar. Al menos no con el tono apocalíptico que anuncia.

El despliegue colorista ha comenzado con el anuncio de la reactivación de todos sus reactores nucleares incluyendo aquellos con capacidad de producir plutonio de uso militar. Paralelamente, Pyongyang ha cancelado el armisticio vigente desde 1952 con su vecino Corea del Sur con el que se puso fin hace sesenta años a la guerra de Corea.

En este conflicto armado, el país, tras la II Guerra Mundial, se dividió con el control de la Unión Soviética en el norte y con Estados Unidos al sur. Durante este tiempo, Corea del Norte ha sido regida por el régimen fundado en 1948 por Kim Il-Sung. La primera camada de una dinastía resistente al paso del tiempo y muy efectiva en la imposición de un régimen militar, totalitario, hermético y silenciador.

Como consecuencia de ello, poco se sabe de lo que verdaderamente ocurre en el interior del país que ha impuesto un sistema de control y sometimiento a los ciudadanos norcoreanos. Este se mantiene en virtud de la eficacia de un binomio bien conocido en los sistemas basados en la autoridad; la inquietud de un estado policial unido a la fascinación con el líder, en este caso bautizado con un nombre que refleja a la perfección este espíritu populista: Kim Jong-Un, “el brillante camarada”.

NACIÓN PEQUEÑA, EJÉRCITO GRANDE

El joven e inexperto Jong-Un, que se estima ronde los 30 años de edad, asumió recientemente el mando del país que cuenta con uno de los mayores ejércitos del mundo: el cinco por ciento de la población está alistada en él, y en conjunto, suman unas fuerzas armadas de dimensiones majestuosas con más de 1,2 millones de personas.

Sin embargo, 60 años de dinastía Kim, con un fuerte peso de militares, que continúan entendiendo el juego de fuerzas bajo la lógica de la guerra fría, puede ayudar a comprender la relevancia del arsenal nuclear para la autoprotección. La amenaza de poder recurrir al mismo constituye una fuerza preventiva entendida como fundamental para la supervivencia de un país diminuto rodeado de potencias más grandes y poderosas.

Bajo la lógica norcoreana, los casos de otros gobiernos como el caso sirio, que no contaba con la disuasión nuclear y que han terminado por ser debilitados, constituyen un ejemplo vivo de las consecuencias que se pueden experimentar al renunciar a esta fuerza nuclear.

¿Tiene Pyongyang la verdadera intención de atacar a la primera potencia del mundo en una más que probable maniobra de suicidio del régimen? Todo parece indicar que no. Por tanto habrá que buscar otras razones para explicar el por qué de esta nueva retórica belicista.

En primer lugar, parece bastante probable que el joven Jong-Un encuentre en estas amenazas y desfiles militares de exhibición, un instrumento efectivo de legitimación interno, más pensado para el consumo doméstico que para los agentes exteriores hacia los que se vierten estas amenazas. En este sentido los mensajes y maniobras militares tendrán que codificarse bajo está lógica de política interna.

¿NECESIDAD DE POSICIONAMIENTO?

Por otro lado, es necesario entender la necesidad de Corea del Norte de mejorar su posición de fuerza en sus relaciones con Corea del Sur, Estados Unidos y Japón en un periodo en el que las prioridades regionales no parecen pasar por este país.

Si Corea del Norte no contara con la carta de la amenaza nuclear sería, sin duda, mucho más ignorada entre sus vecinos. Por ello la creación de un entorno de amenaza unido a la imprevisibilidad de sus acciones hacen de Corea del Norte un país a tener en cuenta en la actual lógica de Asia oriental.

Esta retórica es digna de ser estudiada. La agencia oficial norcoreana KCNA ha difundido recientemente un mensaje dirigido al gobierno de Estados Unidos del general del Estado Mayor del Ejército: los norteamericanos serán “aplastados” por medios nucleares “innovadores, más pequeños, ligeros y diversificados”.

“La operación despiadada de las fuerzas norcoreanas, dice la declaración, ha sido definitivamente examinada y ratificada y la guerra podría estallar hoy o mañana. El momento de la explosión se acerca rápido”.
El Ejército norcoreano ha advertido además a Estados Unidos que “haría mejor si reflexionase sobre la grave situación actual”.

Si bien no son nuevos los mensajes provocadores por parte del gobierno de Jong-Un, quien ha heredado de su padre y de su abuelo la retórica incendiaria, se ha de reconocer que la actual escalada de violencia verbal resulta excepcionalmente beligerante incluso para los hábitos discursivos de Corea del Norte.

Las pruebas con misiles balísticos o la reanudación de sus plantas nucleares son ejemplos de ello. Cabe sin embargo una pregunta adicional ¿qué más pretende conseguir el gobierno con estas amenazas? El avance en el protagonismo nuclear y ganar la atención a base de provocaciones tiene el paradójico objetivo de aspirar a ganarse el reconocimiento del mismo país al que se ataca.

Corea del Norte necesita diversificar sus fuentes de inversión y reducir su dependencia de China y Corea del Sur. Ante esta situación, si se obtuviera el reconocimiento diplomático por parte de Washington, el país tendría acceso a la financiación por parte de las instituciones financieras internacionales, alcanzando el propósito económico de las provocaciones.

LOS GIGÁNTES ASIÁTICOS Y EUA

La nueva conformación de los gobiernos vecinos en Corea del Sur, China y Japón permiten también entender este nuevo comportamiento belicista. En Seúl, continúa el gobierno de Park en un segundo mandato para los conservadores. En Pekín, Xi Jinping está al mando de la primera generación de líderes chinos sin apenas recuerdos de la Guerra de Corea. En Tokio, Abe Shinzo ha devuelto el poder al conservador Partido Liberal Democrático tras tres años en la oposición.

Estos nuevos ejecutivos suponen que Corea del Norte está rodeado de países que no están dispuestos a considerar a Pyongyang como una prioridad en sus formulaciones de política exterior en la región. Esta situación no ha pasado inadvertida para Norcorea, que parece encontrar en esta batería de provocaciones la mejor fórmula para recuperar el protagonismo en declive.

En el juego de actores e intereses en el cual se envuelve el conflicto no puede obviarse el papel de China. El gigante asiático tiene un papel complejo, ya que el mantenimiento del régimen norcoreano solo puede entenderse con el apoyo tanto chino como ruso.

Pekín ha sido hasta ahora un aliado de Pyongyang en la medida que supone un muro de contención al pro americano Seúl. Sin embargo, los nuevos matices belicistas que alcanza el conflicto podrían volverse en contra de sus intereses. Las crecientes tensiones suponen un argumento legítimo para que Estados Unidos incremente su posicionamiento en Asia lo que va contra los intereses chinos.

Una guerra supondría la movilización y establecimiento de una significativa fuerza militar en las inmediaciones de su territorio, lo que no parece estar dispuesto a admitir el gobierno de Pekín.

Esta situación puede hacer de China un interlocutor influyente para mediar en el conflicto y obligar a sus vecinos norcoreanos a transparentar sus programas nucleares y relajar así las tensiones. Los cantos de guerra en el paralelo 38, el más militarizado de todo el planeta, no constituyen un entorno adecuado para jugar a esta nueva guerra, la guerra fría del siglo XXI.

*Periodista español. Doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en políticas migratorias entre México y Estados Unidos. Actualmente desarrolla reportajes monográficos sobre política y economía en Oriente Medio y África del Sur.

Amigzaday-th
Amigzaday López Beltrán
Periodista mexicana radicada en Inglaterra. Fundadora de Revista Era. Ha colaborado como freelance en medios como Proceso, Democracia Abierta, Houston Chronicle y Women in Journalism.

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