El sector energético ha cambiado dramáticamente en los últimos años. Debido al uso de tecnologías de fracturación hidráulica se han hecho inmensos hallazgos de nuevos yacimientos de gas de esquisto en Estados Unidos que van a hacer que este país esté a punto de convertirse en el mayor productor mundial de petróleo y gas. Algo inaudito si consideramos que hasta hace tan solo unos años era el mayor importador de gas del mundo.
Estos descubrimientos transforman el panorama del gas en Estados Unidos: asegura cien 100 años de reservas con el ritmo de consumo actual. Este hecho tiene numerosas consecuencias. Por un lado, afecta directamente a la estrategia para garantizar la seguridad energética en regiones como Medio Oriente. Las estimaciones de la IEA, Agencia Internacional de la Energía, indican que Estados Unidos podría alcanzar la autonomía energética en 2020. Este dato confirmaría la pérdida de importancia relativa de Medio Oriente como zona productora estratégica, en la que Estados Unidos gasta hoy entre 60 y 80 mil millones en proteger el estrecho de Ormuz para el libre tránsito de cargueros de petróleo.
Gráfico. Localización de las reservas de gas de esquisto en el mundo
Fuente: Agencia Internacional de la energía, 2011.
Las implicaciones de este descubrimiento no se limitan al ámbito energético sino que se extienden al sector público y al del empleo. Peter Voser, jefe de una de las grandes compañías de energía del mundo, Royal Dutch Shell, augura que esta revolución energética podría devolver el protagonismo a la industria pesada como las petroquímicas en suelo estadounidense. Su clásica deslocalización a terceros países podría dejar de tener sentido con la actual reducción de los precios del gas a menos de dos dólares la unidad (varias veces inferior al precio en Europa y otras regiones). Voser pronostica una reimplantación de estas industrias que llevaría a la “reindustrialización del medio oeste de Estados Unidos”.
Este descubrimiento llega dentro de un contexto global de intensísimo aumento de la demanda de energía. Aunque la aplicación de políticas de eficiencia energética en el sector del automóvil van a hacer que Estados Unidos reduzca su consumo, los grandes países emergentes van en sentido contrario: en términos globales en 2020 se habrá doblado la demanda actual. Este aumento del consumo se explica en el 90% por la transformación energética de los países emergentes, que en sus procesos de modernización están sedientos de fuentes energéticas que satisfagan sus necesidades de crecimiento.
La vinculación entre el sector energético y el cambio climático es otro de los temas claves a tener en cuenta para la protección de la sostenibilidad energética. La fuerte subvención que los combustibles fósiles reciben por los gobiernos de todo el mundo, generan en último término un fuerte desincentivo para el desarrollo de energías alternativas. Las cifras son extraordinarias: globalmente los gobiernos gastan 500.000 millones de dólares en financiar las compras de combustibles fósiles.
La necesidad de imponer una tasa al carbono, que incorpore en el precio del crudo el coste de la contaminación que conlleva, podría suponer un paso efectivo. La urgencia de reducir el calentamiento global ya nos manda señales que si no escuchamos va a cambiar en pocos años nuestros estilos de vida: aumento de la temperatura del planeta, veranos más calurosos, lluvias torrenciales y desastres meteorológicos cada vez más frecuentes. El reto está en escuchar estas señales en tiempos de crisis en los que la prioridad es adquirir la seguridad energética al menor precio posible.
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