La violencia y el fútbol

Aunque la ecuación no es perfecta, puede existir una informe correlación entre la violencia verbal y la física. Los deportes que ordinariamente convocan a grandes contingentes, suelen alimentar un catálogo de improperios que rayan en la vulgaridad o la aplicación ingeniosa de un lenguaje pedestre. Sin embargo, no siempre esa predisposición al insulto puede llevar a ejercitar la agresión física. Digamos, en todo caso, que usar un vocabulario restringido a la injuria puede ser la antesala de una probable, pero incierta, escalada de violencia; aunque también puede solamente circunscribirse a la simple liberación de una energía reprimida.

En México practicar un lenguaje basado en groserías es de suyo ordinario. Desde el más culto, hasta el más modesto ciudadano emplea alguna clase de vulgaridad o rusticidad lingüística para expresar distintos estados de ánimo. Hay, desde luego, regiones a las que atribuimos características particularmente reveladoras por el uso frecuente de expresiones subidas de tono. En la zona centro de Chiapas, por ejemplo, es común que entre hombres se use la palabra más procaz con que se alude al miembro viril para la comunicación interpersonal. En Tabasco se emplea como equivalente el hijueputa. Alvarado, Veracruz, es reconocido igualmente por el carácter florido de su lenguaje ordinario. Así, podemos agregar una multiplicidad de ejemplo e incluso trascender nuestras fronteras.

En la práctica de un deporte masivo como el fútbol, por ejemplo, subvertir las reglas de urbanidad está a la orden del día. Tanto la inchada, como suelen llamarle los cronistas deportivos al agregado masivo de aficionados, como el público en general, emplean desde el graderío o “a nivel de cancha” rudas palabras para minar la autoestima de los contrarios.

El pintor, Felipe Ehrenberg, hace poco en una entrevista decía con la ironía que le caracteriza, que no entendía por qué razón su más reciente producción artística hablaba de la violencia no sólo en México, sino en América Latina. Los últimos doce años de su vida ha estado en Brasil, pero no ha dejado de estar en contacto con México, en particular con las provincias, como Tamaulipas, Veracruz; ahora emblemáticas por el nivel de inseguridad que trágicamente las consume.

El gobierno federal ha dejado de hablar de la inseguridad y la violencia presente en todo el país, pero ello no significa que el problema esté más cerca de lo que nos imaginamos, menos aun que se haya resuelto. Es posible que se piense que descolgando el cuadro de la violencia en México, ignorando ese tema en los medios y no siendo parte de su agenda, por añadidura el asunto ha dejado de tener importancia. Lamentablemente debemos reconocer que esto no es así y ahí están los datos que lo confirman.

San Pedro Sula, siempre ha sido un lugar complicado para la selección mexicana. En los últimos encuentros, el cuadro nacional ha salido con apuradas victorias o justas derrotas ante un equipo hondureño que ha mejorado. Es cierto, sin embargo, que el escenario ha sido un tanto hostil para los jugadores mexicanos, en tanto que se exacerba y alimenta en los medios locales un absurdo espíritu nacionalista o anti-mexicano en ocasiones desbordado. Ello es lo que ha valido algún tipo de sanción que ha afectado al propio equipo hondureño.

Recordemos, también, que el jugador mexicano, Francisco Rodríguez, ante la incapacidad demostrada por el equipo nacional frente a Jamaica, hizo estallar sus frustraciones mediante señas obscenas después de finalizado el partido apenas hace un mes; actitud que tendrá consecuencias en sus bolsillos, pues la Federación Mexicana de Fútbol decidió aplicar una sanción económica al jugador por la fina maestría con que materializa la mímica de su tosco lenguaje.

Sin embargo, hasta un día antes del partido, las cosas se habían manejado más o menos bien las cosas. Los jugadores mexicanos y el entrenador nacional se comportaban con prudencia. Nadie en su sano juicio hubiese pensado que los federativos mostrarían el cobre en un momento en que se respiraba un ambiente aceptablemente prudente. Quien iba a pensar que el mismísimo presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, Justino Compeán, no resistiría el vulgar recibimiento que le hizo un aficionado y, mediante señas obscenas, respondió a quien le increpaba con una cartulina la siguiente frase: “México Lindo y Querido: El 22 les dejamos el Chile bien metido”. Pero lo peor vino después. Para justificar su actitud, don Justino adujo que no quería insultar a nadie y que la justinoseñal se debía a que años atrás se había fracturado el dedo en cuestión.

Por fortuna, la selección mexicana jugó un primer tiempo como nunca y casi pierde como siempre en el tiempo complementario. Por lo pronto, debemos congratularnos que en el encuentro la violencia verbal no se convirtió en agresión física alguna, aunque convendría no perder partidos de este modo.

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Amigzaday López Beltrán
Periodista mexicana radicada en Inglaterra. Fundadora de Revista Era. Ha colaborado como freelance en medios como Proceso, Democracia Abierta, Houston Chronicle y Women in Journalism.

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