Los Pueblos Mágicos de México

Los Pueblos Mágicos de México: turismo, cultura y economía

Por: Efraín Quiñonez León

Yamileth Cruz Espinosa

 

Para Era www.revistaera.org

Con el propósito de promover el turismo para que comunidades o localidades relativamente pequeñas tuviesen oportunidades de generar ingresos a través de la economía de servicios, el gobierno federal diseñó y aplicó una política pública denominada Pueblos Mágicos desde el primer gobierno panista que tuvo como presidente a Vicente Fox Quesada. Orientado a incentivar un tipo de turismo particularmente sensible a expresiones culturales y, también, proclive a la admiración de la riqueza del entorno natural, arquitectónico y monumental de algunos pueblos de México; el programa ha venido evolucionando y se ha sostenido con los años pese a los sucesivos gobiernos de distinto signo político. Su permanencia en el tiempo, no sin contradicciones, es uno de los principales estímulos de las siguientes reflexiones.

El programa de Pueblos Mágicos no está dirigido al gran turismo o a los viajeros de élite. Por el contrario, se trata de ofrecer opciones de recreación al turismo nacional y escasamente internacional, salvo en algunos enclaves en que pueden alojarse temporalmente personas adultas mayores (principalmente de nuestros vecinos del norte) que buscan lugares menos gélidos, puesto que huyen del crudo invierno de sus países de origen. En este sentido, se trata de una suerte de refugios espirituales para el descanso de personas jubiladas que buscan las bondades de un clima más cálido, aunque también con el interés de conocer o encontrar algo de distracción y diversión.

Por otro lado, algunos lugares cuyas bellezas naturales se ofrecen como recursos atractivos, se estimula un tipo de turismo de aventura que implica el traslado a lugares apartados y localidades relativamente pequeñas, pero que conservan un patrimonio monumental y en sus recursos ambientales, atractivos inmejorables para este tipo de viajeros que puede soportar algún tipo de incomodidades de acceso y calidad en los servicios (Chávez y Rosales, 2015: 33).

Al mismo tiempo, se promueve otra vertiente del turismo que está más asociada a la contemplación del patrimonio cultural de los pueblos. Por lo tanto, se difunde la importancia de la arquitectura tradicional, sitios de relevancia histórica, así como el patrimonio monumental de los pueblos de México. Así, se realizan inversiones con el propósito de restaurar edificios, construcciones o monumentos que se han deteriorado con el tiempo; de tal manera de convertirlos en un activo precisamente para el disfrute o mostrarlos como atractivos turísticos para los visitantes nacionales y extranjeros.

Si la belleza constructiva que refleja un pasado glorioso que todos los gobiernos nacionales tratan de reivindicar en distintos grados, no es menor la importancia que se le otorga a las artesanías que no solamente materializan costumbres sino cosmovisiones de los pueblos originarios de México. En este sentido, el Programa de Pueblos Mágicos estimula el entorno urbano de pequeños poblados y ciudades medias de México, de tal forma que se constituyan en genuinos escenarios donde puedan mostrarse este tipo de bienes culturales y los grupos étnicos que los producen.

Todos estos elementos forman parte de los aspectos formales y normativos del programa, pero de esto a la cadena de mediaciones inevitables para su implantación hay un mundo de imponderables que conviene estar conscientes de estos, de tal manera que puedan reconstruirse las distintas modalidades que adquiere en la práctica para comprender las distintas lógicas que su singularidad entraña.

Como muchos programas diseñados por el gobierno federal, Pueblos Mágicos está dirigido a detonar el desarrollo en comunidades y pueblos aprovechando los recursos culturales y ambientales con los que cuentan. Para ponerlo en práctica es indispensable, como sus propias Reglas de Operación lo señalan, la participación decidida de los ayuntamientos en las localidades objeto de la inversión pública. Sin embargo, este nivel de gobierno no es una novedad que atraviesa por una serie de problemas que lo hacen vulnerable y frágil para responder de la manera más adecuada en este y otros casos. Pese a que los municipios han sido objeto de una cada vez mayor inversión pública al menos desde 1997, lo cierto es que la mayoría carga con una abultada deuda con instituciones crediticias que comprometen su hacienda. Tampoco es extraña la alta circulación de personal y las frecuentes demandas por despidos que, al final, terminan por impactar las finanzas públicas locales. Todo esto sin mencionar los enormes retos que significan abatir las desigualdades y la pobreza que a menudo afectan este tipo de municipios o localidades. Vale la pena, entonces, situar algunas de estas experiencias donde los ayuntamientos adquieren un papel protagónico para operar el programa, pero en un contexto que ofrece desafíos importantes como los anteriormente apuntados.

Pueblos Mágicos: aspectos generales sobre sus reglas de operación

Pueblos Mágicos es un programa que el gobierno federal pone en práctica a través de la Secretaría de Turismo.  El programa obliga que todas aquellas localidades que desean obtener la categoría de Pueblos Mágicos deben cumplir una serie de requisitos y uno de los principales es demostrar que se tiene ‘vocación’ y potencialidad turística. El proceso al que se somete una localidad para acreditarse en el programa resulta algo complejo, pues varios puntos que solicita la Secretaría de Turismo (SECTUR) llevan un proceso más allá de sólo conformar carpetas de evidencias, pues requiere suministrar los siguientes requisitos: Mostrar que se cuenta con inversión pública y privada; planes de desarrollo turísticos, urbanos y comerciales; evidencia fotográfica que demuestre se cuenta con atractivos turísticos, especialmente aquellos que sean de turismo cultural y natural; acuerdo presentado ante congreso del Estado para que la localidad sea Pueblo Mágico; y por último, muestra de la creación de comités que participen activamente en la incorporación del programa.

En síntesis, los habitantes serán sometidos a un proceso de turistificación y lo definiremos como la configuración de diversos imaginarios y acciones en torno a la magia, que incorporará la localidad en cuestión al programa federal. En el caso de los Pueblos Mágicos este proceso descarta factores como limitar la extensión de la localidad – ya que los pueblos mágicos tienen una dinámica más urbana que rural– más bien, desde la lógica de una política pública se posiciona como un mecanismo que logra desarrollo, modernidad y progreso (López y Valverde, 2016).

El plan anual de evaluación para los Pueblos Mágicos confirma que sus objetivos específicos a partir de los instrumentos son la gestión, información estadística e informe del grado de desarrollo socioeconómico. Pese a que en las etapas de la evaluación se considera una supervisión presencial, el peso e importancia recae en la primera etapa de evidencia documental entregada por el municipio, las demás etapas serán a partir de esta primera. Este tipo de evaluaciones no sólo se acabo para determinar la permanencia de un municipio, además evidencian un control y vigilancia del estado.

Si la lógica de los Pueblos Mágicos es penetrar en el tejido social, el proceso podría llevar años de conformación y el mayor reto para los ayuntamientos será el de gestar una agenda pública que mantenga la trayectoria de acciones para la conformación de una localidad con atributos simbólicos encaminados, con lo que se intenta ingresar a la categoría de Pueblo Mágico y retener la membresía mediante la evaluación subsecuente. Algunas localidades tendrían que realizar mejoras arquitectónicas y las diligencias necesarias para transformar el espacio en un escenario de ‘lo mexicano’, mientras que otros capacitar a sus ciudadanos en la lógica del programa a fin de inscribir sus localidades como espacios auténticos sus tradiciones y costumbres; todo ello con el propósito de crear un ambiente enfocado al turismo.

Algunos ayuntamientos optan por propiciar que esa autenticidad turística se corresponda con un escenario urbano distinto y por ello en sus reglamentos de imagen urbana establecen colores y fachadas cercanas a lo que el Pueblo Mágico requiere. Otros conforman acciones que resaltan su desarrollo e imagen urbana, como concesiones para restaurantes, hoteles y otros servicios turísticos.  La constante en los ciento treinta y dos Pueblos Mágicos en el programa es potenciar y acelerar las acciones de los ayuntamientos que estimulen la participación ciudadana en sus demarcaciones (vecinos, comerciantes, instituciones públicas y privadas, empresarios, etc), para estar en sintonía con lo que las Reglas de Operación estipulan.

El Pueblo Mágico por lo tanto representa un proyecto político local desde lo federal, y el nombramiento será sólo la “bandera de salida” hacia acciones de los ayuntamientos por preservar y seguir construyendo una alternativa turística bajo esos lineamientos. La temporalidad de acciones de esta política pública se encuentra en el futuro y representan agendas de acciones gubernamentales que buscan el crecimiento local; por ello es común que los candidatos electos a presidencias municipales presenten proyectos enfocados al Pueblo Mágico, cuyo propósito sea la preservación y crecimiento del nombramiento a través del desarrollo económico y social. En ese sentido, poner en práctica una política pública como esta implica una inserción en el campo de la política local en el que tanto los ayuntamientos, como los políticos locales resulta actores fundamentales en el éxito o fracaso de un programa de esta naturaleza.

En este proceso SECTUR sólo representa la parte evaluadora y certificadora para la acreditación al programa, mientras que la participación activa será exclusiva de los agentes municipales, empresas de sector turístico y por supuesto los ciudadanos que habitan el Pueblo Mágico. Las acciones que se generan en torno al programa están dirigidas directamente al poder político local que mantendrá la permanencia del programa. Por lo tanto, el poder municipal desarrolla las condiciones a largo plazo para mantener la certificación mediante los estímulos al turismo, de tal modo que este se sostenga en el tiempo.

Desde el Acuerdo para la estrategia nacional de los Pueblos Mágicos en 2020 y con base en indicadores establecidos en el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) la capacidad institucional en los municipios es fundamental para la aplicación de este programa y sobre todo garantizar el bienestar de la población y fortalecer las competencias turísticas.

Los Pueblos Mágicos en México: una mirada panorámica

Al detenerse a analizar las condiciones de cada uno de los municipios en México que ponen en práctica el programa Pueblos Mágicos lo que resalta es la gran diversidad de ellos, la fragilidad institucional que los acompaña y la enorme cantidad de problemas que deben de atender para lo cual no siempre están preparados, ni cuentan con el personal capacitado y en cantidad suficiente para afrontar adecuadamente sus compromisos. Ya sea que tomemos como variable explicativa las características de su población, las actividades económicas principales, los actores políticos que se disputan los aparatos de representación a nivel local e incluso las distintas maneras en que se expresa el legado cultural de los pueblos y la variedad de los recursos naturales disponibles, con frecuencia encontraremos una pluralidad de situaciones y una multiplicidad de elementos que complejizan el examen de las condiciones materiales y subjetivas que están inmersas en su desempeño cotidiano.

En la actualidad se han incorporado al Programa de Pueblos Mágicos 132 municipios del país. Con excepción de la Ciudad de México, el resto de las entidades federativas tienen al menos uno de sus municipios integrados al Programa. Sin embargo, de la totalidad de los estados de la república que al menos tienen uno de sus municipios dentro de Pueblos Mágicos, tan sólo en 11 de ellos son los que han logrado sumar más municipios al programa en un rango que va de 5 a 10 de ellos por estado. Las entidades federativas que más municipios tienen en Pueblos Mágicos son Estado de México y Puebla con 10 municipios cada una; Michoacán 9; Jalisco 8, Coahuila e Hidalgo 7; mientras que Guanajuato, Zacatecas, Oaxaca y Veracruz agregan 6 municipios cada uno de ellos. Finalmente, Querétaro tiene únicamente 5 municipios. En otras palabras, esto significa que estos estados del país incorporan 80 municipios del país al programa de Pueblos Mágicos, lo que a su vez representa el 60.60% del total de ayuntamiento dentro de esta política pública.

Figura 1

Municipios incorporados al programa Pueblos Mágicos de la Secretaría de Turismo

Fuente: Elaborado por Mtra. Carolina Edith Sánchez Ramírez a partir del Marco Geoestadístico Integrado (Inegi, 2021).

Como ya se ha apuntado líneas arriba, el Programa de Pueblos Mágicos fue diseñado e implantado durante la primera administración panista en el gobierno federal. En efecto, fue durante el gobierno de, Vicente Fox, cuando inició operaciones esta política pública, aunque su dinámica de agregación de municipios a esta alternativa de promoción turística fue más bien modesta, pues durante este periodo únicamente se sumaron al programa 20 de ellos.

Durante el gobierno de, Felipe Calderón (2006-2012), aunque se integraron más municipios, la verdad es que no superó por mucho más a la cantidad que durante el gobierno de Fox se obtuvo. En efecto, en el periodo de Calderón fueron 27 los municipios que cumplieron los requisitos para formar parte del programa.

Con el cambio en el gobierno federal en el año 2012 y el regreso del PRI por conducto de Enrique Peña Nieto, la lenta dinámica de incorporación de municipios cambia por una cada vez más acelerada inscripción de ellos al programa de Pueblo Mágicos. Durante la administración priista formarán parte del programa más de 70 municipios.

No obstante, al arribo de Morena a la presidencia de la república y el gobierno del presidente, Andrés Manuel López Obrador, de nuevo se ralentizan los procesos y escasamente se han agregado más municipios al programa. La hipótesis que puede sostenerse respecto del modo en que ha operado el régimen de la 4T en estos temas, es que la Secretaría de Turismo tiene como principal encomienda la construcción del Tren Maya y estimular el turismo en el sureste mediante este proyecto. Además, ha existido cierta incertidumbre respecto al interés o viabilidad del programa de Pueblos Mágicos para la presente administración, lo cual ha generado una tensión entre su reforma o su cancelación. Todo parece indicar que esta última posibilidad se ha descartado y es posible que el programa diversifique sus agendas y eventualmente tome otro nombre, pues se reconoce en el sector turístico una importancia económica que estimula diferentes procesos como el empleo, el comercio y, en general, diversas actividades en el sector de los servicios. Además, las actividades turísticas generan ingresos nada desdeñables para el país después del petróleo, la industria automotriz y la remesas. Por lo tanto, sería incomprensible que un programa de este tipo desaparezca cuando pretende impactar en algunas localidades del país cuyo patrimonio histórico y cultural, así como sus bellezas naturales y monumentales no sean objeto de la promoción de cierto tipo de turismo interesado en ello, generando beneficios económicos importantes y hasta imprescindibles para los municipios que cuentan con semejantes atractivos.

Más allá de todo lo anteriormente señalado y aceptando que Pueblos Mágicos constituye un programa que puede ambicionar mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en las localidades seleccionadas y, también, que existen efectos positivos en torno al estímulo de las actividades turísticas para el cual fue creado procurando impactar el desarrollo de actividades económicas en los municipios que lo integran, lo cierto es que si tomamos en cuenta el número total de municipios existentes en el país, así como el total de población que en ellos reside, no podemos más que aceptar que sus resultados no pueden ser más que modestos. En efecto, en el país existen actualmente 2471 municipios, mientras que en el programa están únicamente inscritos 132. En términos de la población podemos decir que mientras el país cuenta con poco más de 120 millones de habitantes, las localidades que integran Pueblos Mágicos no llegan ni a los 10 millones (7,043,492). Con otras palabras, si todo resultase de acuerdo a los requisitos que el programa plantea, hasta la fecha solamente ha podido impactar apenas al 5% de los municipios y si tomamos en cuenta la variable poblacional igualmente el porcentaje es reducido en relación al total de la población del país, puesto que únicamente se beneficiaría al 5.86% de los habitantes de la república. Por supuesto, esto simplemente es una proyección de las condiciones ideales y los “beneficiarios” potenciales de una política pública que, en la práctica, no necesariamente esto se cumple.

De acuerdo con la clasificación de Cabrero y Arellano (2011), la gran mayoría de los municipios que forman parte de los Pueblos Mágicos pueden ser clasificados como rurales y urbanos pequeños, puesto que el total de su población se encuentra por debajo de los 100 mil habitantes. Con otras palabras, de los 132 municipios que se integran al programa en 116 de ellos su población es inferior a los 100 mil habitantes, es decir, más del 85% (87.87) de ellos forman parte de estos dos grupos (rurales y urbanos pequeños).

Ahora bien, del sub-grupo en el que se encuentra la mayoría de los municipios que se clasifican en rurales y urbanos pequeños, el 31.89% de ellos son propiamente rurales en tanto que la cantidad de habitantes es menor a 15 mil; el resto (68.10%) son los urbanos pequeños cuya población oscila entre los 15 mil y menos de 100 mil.

Sin embargo, también encontramos que existen 17 municipios cuya población está entre los 100 mil y el medio millón de habitantes. Son los casos de Tepotzotlán y Metepec en el Estado de México; Huauchinango, Cholula y Atlixco en el estado de Puebla; Chiapa de Corzo, Palenque, Comitán y San Cristóbal de Las Casas en Chipas; Orizaba y Papantla en Veracruz; Taxco en Guerrero; Tecate en Baja California; Dolores Hidalgo en Guanajuato; Lagos de Moreno en Jalisco y Guadalupe en Zacatecas. Únicamente el municipio de San Pedro Tlaquepaque en Jalisco rebasa los 500 mil habitantes y se puede decir que forma parte de la Zona Metropolitana de la ciudad de Guadalajara.

En este escenario puede sostenerse al menos la hipótesis de que una buena cantidad de estos municipios tienen o presentan en su infraestructura de servicios al turismo e incluso dificultades de acceso y transporte adecuado para llegar hasta ellos. Sin embargo, es posible que igualmente algunas localidades podrían estarse beneficiando dada su cercanía con zonas urbanas más consolidadas, de tal manera que la movilidad de las personas y el acceso a los Pueblos Mágicos pueda ser más eficiente. El problema es que no son muchos los municipios que estarían en esta situación, pues no llegan ni a 20 aquellos los que se encuentran cercanos a zonas metropolitanas importantes.

Dr.Quiñones León
Efraín Quiñonez León
Obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, con la tesis Cultura mediática y política: una exploración desde el espacio local, misma que fue publicada como libro en 2008 por la Universidad Veracruzana. Actualmente es coordinador de la Maestría en Ciencias Sociales del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales. Sus líneas de investigación se refieren a la participación ciudadana, los movimientos sociales, los gobiernos locales, así como los impactos culturales de la comunicación contemporánea.

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