Represión en Xalapa abrió la puerta al 2 de octubre

El consejo Nacional de Huelga, que se convirtió en la columna vertebral del movimiento de 1968, nombró delegados estudiantiles para ir a los diferentes estados.

 
Xalapa, Ver.-(Radiover/Ingrid Huesca) Seis días antes del 2 de octubre, en la capital de Veracruz la efervescencia estudiantil vivió la violenta disolución de una marcha de protesta en sus calles principales. El 26 de septiembre de 1968 pocos presagiaron que era el preámbulo a escala, de la noche de Tlatelolco, la más negra en la historia contemporánea de México.

En radiover.info nos asomamos a dicha efeméride, como un referencia fundamental para entender la presencia de los universitarios de Xalapa en el movimiento estudiantil que sacudió a México y otras naciones de Europa ese emblemático año.

Aquí la historia través de la mirada de Alicia González Cerecedo, estudiante de Antropología de aquellos años, quien dejó su testimonio en el libro: ‘El 68 en Xalapa y el liderazgo estudiantil en la Universidad Veracruzana’.

Hablar del movimiento estudiantil del 68 en Veracruz no es posible si no tomamos en cuenta los antecedentes:

El movimiento magisterial de la Universidad Veracruzana que surge en el Instituto de Antropología, conforma la coalición de trabajadores de la Universidad Veracruzana (UV), quienes protestan contra el gobierno de Fernando López Arias, por la disminución del presupuesto de la máxima casa de estudios.

Para como estaban las cosas en esos años, el presupuesto asignado a los cuerpos policiacos superaba con mucho al destinado a catedráticos e investigadores universitarios.

Los meses de junio y julio fueron de gran movilización; marchas, plantones y denuncias a las que se unieron los estudiantes al considerar justas las demandas del profesorado.

Tomando en cuenta la relación tan estrecha entre el personal académico del Instituto de Antropología y los alumnos de la Facultad de Antropología, puesto que la mayor parte de los investigadores son a la vez catedráticos de la facultad, los primeros estudiantes en unirse al movimiento de la coalición fueron los de esa área.

Cuando cursaba el segundo de la carrera antropológica social, a finales de julio del 68, una riña callejera entre los estudiantes de la preparatoria Isaac Ochoterena de la UNAM y las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional, motivada por un partido de Futbol, hizo que al día siguiente del enfrentamiento, los estudiantes de la UNAM apedrearan las instalaciones de las vocacionales 2 y 5, provocando que estas fueran tomadas por la policía con lujo de fuerza y violencia.

El 26 de julio la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos del Instituto Politécnico Nacional, controlada por el PRI, convocó a la primera movilización contra la represión y a favor de la desocupación de las instalaciones; a la vez la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, organizada y dirigida por el Partido Comunista, marchaban ese mismo día conmemorando el asalto al cuartel Moncada en el aniversario de la Revolución Cubana.

Aunque no era la intención, se unieron las dos marchas sin que pudieran llegar al Zócalo. La brutal represión de los cuerpos policiacos a los estudiantes marcó el primero enfrentamiento: detenidos, muertos, heridos y desaparecidos fue el resultado de esa primera manifestación.

El consejo Nacional de Huelga, que se convirtió en la columna vertebral del movimiento de 1968, nombró delegados estudiantiles para ir a los diferentes estados.

Como delegada para el estado de Veracruz se nombró a Lucero, estudiante de tercer año de la Escuela Nacional de Antropología.

Cuando fuimos enterados de que el ejército tenía tomadas las instalaciones de las vocacionales 2 y 5 y de lo que había sucedido en las manifestaciones del 26 de julio, de inmediato decidimos unirnos al movimiento.

La efervescencia del movimiento magisterial no había decaído. Por cierto, habría que nombrar a los maestros Roberto Williams García, Eloy Antonio Espíndola, Luis Reyes García; por la Facultad de Antropología, a Jesús Morales Fernández, Antonio Ocampo, Roberto Bravo Garzón, entonces maestro del área de Humanidades.

Entre los estudiantes, a Rafael Arias Hernández, entonces Presidente de la Directiva de la Facultad de Economía, Humberto Troncoso Olivares y Juan José Rodríguez Prats de la Facultad de Derecho, dada su importante participación en el movimiento magisterial veracruzano.

Con respecto al movimiento del 68, se constituyó un Comité de Huelga integrado por: Rafael Arias Hernández, Humberto Troncoso Olivares, Juan José Rodríguez Prats, Ernesto Fernández Panes, Jesús Morales Fernández, José Luis Salas Torres, José Luis Aceves Rubio, en el que yo fungía como tesorera.

A partir de la constitución del Consejo de Huelga se inició una gran movilización en la capital del estado. Como yo era la encargada de colectar el dinero, organizaba brigadas y ‘botéabamos’ todos los días en las horas de mayor afluencia poblacional en las calles del centro de la ciudad: Enríquez, Juárez, Revolución, Lucio y Altamirano.

También cantaba en los autobuses urbanos y en las tiendas. Como la gente veía con simpatía el movimiento, nos apoyaba con dinero que utilizábamos para las tortas de los que velaban en la Facultad de Filosofía y Letras, el papel sanitario, las hojas de papel revolución en las que se imprimían comunicados al pueblo, los cuales se tiraban en mimeógrafo; en fin, lo básico para sostener el movimiento.

Recuerdo que el 15 de septiembre en el balcón de la central de la Facultad de Filosofía y Letras, en Juárez número 55, que era el cuartel general, dimos el Grito de Independencia.

Fue Ernesto Fernández Panes quien hizo alusión a los héroes que nos dieron patria y libertad, y Rafael Arias el encargado del discurso; era el mejor momento para gritar y hacer saber a la sociedad nuestra lucha por la democratización de la educación, la no intervención del ejército y la policía en las escuelas y universidades.

Ante un nutrido grupo de personas que se congregaron en la calle de Juárez entre Revolución y Lucio, celebramos la independencia de México.

Siguió un segundo pliego de peticiones en el que se agregaron las renuncias de los generales Luis Cueto Ramírez, Raúl Mendiolea y Armando Frías sin que las autoridades dieran visos de solución, a pesar de la cercanía de los juegos olímpicos.

Con su actitud, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, y Luis Echeverría Álvarez, Secretario de Gobernación, habrían de propiciar una de las páginas más sangrientas de la lucha social en México.

El 26 de septiembre se organizó una marcha de estudiantes de las diferentes facultades de la Universidad Veracruzana, cuyos contingentes se formaron de la calle de Juárez a la de Lucio, portando carteles y mantas con leyendas como ‘Alto a la represión’ y ‘Fuera el ejército y la policía de los recintos escolares’.

Aun no avanzábamos una cuadra cuando intervino la policía para evitar que la manifestación llegara a Enríquez, pero no sólo la policía nos agredió, intervino también el ejército, fue un encuentro de estudiantes ante policías y militares que nos disgregaron.

Entre casas y comercios, corríamos sin rumbo con la policía detrás. En aquel entonces yo vivía en Obrero número 8, una pequeña calle empedrada entre 5 de febrero y 20 de Noviembre, a un costado del ‘Panteón Viejo’.

Pocas veces ha estado tan vigilada una calle como aquellos días, los policías vestidos de civiles me seguían a donde iba; las acciones contra el movimiento estudiantil se recrudecieron, nos cortaron la luz y el agua en la Facultad de Filosofía y Letras.

El teléfono también fue suspendido y se estableció vigilancia policiaca día y noche, medidas que, lejos de atemorizar a los estudiantes, los motivaba a continuar con la lucha.

Para entonces ya nos habíamos percatado del gran potencial social que representaban los estudiantes. En esta manifestación se habían sumado activistas como Marcela Olavarrieta Marenco, Manuel Torres, Carmen B. Smith, Daniel Nieto Avilés y muchos otros.

En aquella manifestación del 26 de septiembre llegaron tanquetas a Enríquez para mayor control, arrojando gas lacrimógeno contra los manifestantes, la policía logró detener a Roberto Bravo Garzón y Juan José Rodríguez Prats a quienes por falta de pruebas no se les fincaron responsabilidades y salieron del cuartel de San José a las 48 horas siguientes.

Mi casa fue saqueada, no sé si por miembros del ejército o por la policía, vestidos de civil, sustrajeron las obras completas de Carlos Marx, obras de Mao Tse Tung, El argentino, mis libros quedaron en el suelo. Afortunadamente mi familia estaba en Poza Rica en el bautizo de un familiar, de lo contrario el susto habría sido mayúsculo.

En México, la movilización estudiantil continuaba; en la marcha del 27 de agosto hacia el zócalo, se da una nueva escalada de represión, atacan la ‘voca’ 7 el día 29 y la ‘voca 4 el 31; continúan las adhesiones con los médicos del Hospital General y la Sección 37 del Sindicato de Pemex; el presidente de la República reconoce que el movimiento rebasó toda expectativa y ya no podía seguir menospreciándolo, con lo que pasaba a una fase más activa.

La organización estudiantil, a pesar del gran número de participantes, era extraordinaria, como lo demostró el 13 de septiembre, día en que se convocó a la Manifestación del Silencio para hacerle ver al gobierno federal la falsedad de sus acusaciones de vandalismo y actos de violencia del movimiento.

Marcaron unas 300 mil personas entre estudiantes, intelectuales, médicos, enfermeras, obreros, campesinos, amas de casa, maestros, que caminaron en perfecta armonía y silencio para demostrar de donde procedía la violencia, el desorden y la provocación.

En esta escalada de violencia que se da en las instalaciones de la Unam y en los edificios del Poli, son los granaderos los que atacan las preparatorias, Tlatelolco y Zacatenco y la policía montada asalta el Casco de Santo Tomás. En esta etapa el Rector Javier Barros Sierra tiene una participación muy digna en apoyo a la Universidad.

En Xalapa cada día el movimiento estudiantil tenía más adhesiones, los directivos y contingentes de las diferentes facultades de la Universidad se sumaban, junto con los estudiantes de la Normal.

Pero cada día el dinero era menos, aunque la gente colaboraba llevándonos comida, agua y fruta. Aún así no era suficiente. Cada vez éramos más, el cuartel general estaba lleno de estudiantes.

Teníamos que ‘botear’ todo el día y repartir volantes informando de los sucesos diarios en la Ciudad de México, de cómo se fueron sumando hasta las universidades privadas, la Ibero, el colegio de México, la Academia de Danza de Bellas Artes, la gente de Peralvillo, de Tepito.

La información que se generaba diariamente exigía dinero para la compra de material que mantuviera informado al pueblo; para entonces, el Consejo Nacional de Huelga, que era el cerebro del movimiento, estaba siendo rebasado por el dinamismo de los brigadistas, piedra angular de la causa.

El Presidente Díaz Ordaz y su estado mayor decidieron poner fin al entusiasmo de estudiantes de todo el país y de las diferentes organizaciones de trabajadores y profesionistas y de la población en general que para entonces estaban plenamente convencidos de que se podían democratizar las instituciones gubernamentales; acabar con los cuerpos policiacos represivos, lograr la libertad de expresión , derogar el artículo 145 y 145 bis sobre el delito de disolución social.

Seguramente por eso giró la orden de perpetrar la masacre del 2 de octubre en el mitin celebrado en la Plaza de las 3 Culturas en Tlatelolco.

A esta ofensiva siguieron redadas, cateos, allanamientos, detenciones, en efecto dominó, con el afán de desinformar, calumniar y confundir a la opinión pública. Los 2 días siguientes fueron el caos en las escuelas que fueron allanadas.

A esto siguió la tregua olímpica, que finalmente era lo que el gobierno esperaba. Mientras, los brigadistas se reagrupaban; sin embargo, la población se fascinó con los juegos olímpicos y la inauguración del metro como sistema colectivo. Así el espíritu de lucha de miles de estudiantes, profesionistas, periodistas, sindicatos y campesinos se vio mermado por los juegos olímpicos.

En Xalapa el cuartel general de Juárez 55 se quedó sin estudiantes, los militantes resguardaban el edificio hasta quedarse completamente vacío, los juegos olímpicos vistos a través de la televisión fueron el imán que retiró a los estudiantes de la lucha social; a pesar de esto podemos decir hoy que la enseñanza que el movimiento del 68 llegó a las nuevas generaciones y los logros sociales y políticos dichos de manera simplista fueron:

1.- Derogación del artículo 145 y 145 bis sobre el delito de disolución social.

2.- Mayor participación de los partidos de oposición en el Congreso de la Unión.

3.- Las luchas sociales son también campo de acción para estudiantes.

4.- Se dieron avances democráticos en la vida política del país.

5.- Se consigue por fin en México la anhelada libertad de expresión.

6.- La organización es la base del poder popular.

7.- La apertura entre las instituciones de gobierno y los estudiantes.

8.- La apertura entre el gobierno y el pueblo.

Esto no se logró de manera inmediata, sino paulatinamente de acuerdo con los acontecimientos político-sociales del país.

De esta manera se cierra una página importante en la historia de México. Creo a partir de esto podemos hablar de un México antes y otro después del movimiento del 68.

Extracto tomado de: El 68 en Xalapa y el liderazgo estudiantil en la Universidad Veracruzana; Universidad Veracruzana; 2009; primera edición; pp 299.

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Amigzaday López Beltrán
Periodista mexicana radicada en Inglaterra. Fundadora de Revista Era. Ha colaborado como freelance en medios como Proceso, Democracia Abierta, Houston Chronicle y Women in Journalism.

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