¿Qué puede doler más que la pérdida de un hijo? Ese sufrimiento ha sacado de sus pueblos a las madres más pobres de Centroamérica, para recorrer cinco mil kilómetros del México verdugo que se los arrebató. Recorren el mismo camino que ellos para encontrarlos vivos o muertos
ÁNGEL RAMOS TRUJILLO
Plantada frente a las vías del ferrocarril mientras miraba a “La Bestia” pasar, Carmen Cuaresma lloraba lágrimas de terror y desconsuelo. Aunque era de madrugada y nadie viajaba aferrado a los vagones, ella no pudo dejar de pensar en su hijo montado en el lomo del monstruo.
Hace casi tres años que Carmen no sabe nada de Álvaro. El joven salió de Nicaragua en los primeros meses de 2010 rumbo a Estados Unidos. La última vez que hablaron, el muchacho dijo que estaba en Veracruz. Aquí se lo tragó la tierra.
Por eso Carmen añoraba llegar con “Las Patronas”, esas mujeres que desde hace 17 años alimentan a los migrantes que agarrados de “La Bestia”, pasan por Amatlán de los Reyes. La mujer esperaba que de milagro alguna lo reconociera. Que le dijeran que lo vieron por ahí.
Llegó con el retrato de su hijo colgándole del cuello a la altura del pecho. Después de abrazar a las mujeres y agradecerles por alimentar a los hijos de tantas madres como ella, preguntó si para alguna el rostro de Álvaro era familiar.
Nadie pudo decir nada del muchacho que salió de su casa a la edad de 25 años y ahora debe rondar los 28. Norma, una de las patronas, se rascaba la cabeza haciendo memoria y nada. Era imposible, por ahí pasan cada día cientos de muchachos como él.
Otras 37 mujeres centroamericanas vinieron en busca de noticias de sus hijos. Forman la caravana “Liberando la esperanza” de madres de migrantes extraviados a su paso por México. Como Carmen, todas portaban los retratos de sus hijos como si fueran escapularios.
Carmen intentaba dormir cuando el silbido del ferrocarril la alertó. Junto con otras mujeres corrió hacia las vías del tren a media cuadra de la casa de “Las Patronas”. Quería ver con sus propios ojos a “La Bestia” en la que viajó su hijo.
Los sollozos de las mujeres ocuparon el silencio que dejó atrás el tren. Norma trataba de consolarlas. Ya no alimentaba cuerpos, sino espíritus. Los de mujeres desconsoladas que lloraban a hijos que no saben si están vivos o muertos.
UN HOLOCAUSTO
La historia de Carmen y su hijo, Álvaro Enrique Guadamiz Cuaresma, es sólo una de tantas. Según estimaciones del Movimiento Migrante Mesoamericano en los últimos seis años desaparecieron 70 mil centroamericanos en territorio mexicano.
El viaje por México de ciudadanos de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras siempre ha sido peligroso. “La Bestia” fue hasta hace unos años el peor enemigo de los centroamericanos. Miles de ellos fueron mutilados o asesinados por la máquina ferroviaria.
Pero en el último sexenio la crisis humanitaria alcanzó otra dimensión. Los hijos hijas de mujeres como Carmen tienen en algunos mexicanos a sus nuevos verdugos. Ahora, el gran peligro de un migrante es caer en las garras del crimen organizado.
Fray Tomás González Castillo, activista de los derechos de migrantes, sabe todo sobre la problemática. La ha vivido de cerca cada día en el albergue que dirige en Tenosique, Tabasco.
Afirma que el sexenio de Felipe Calderón podrá recordarse por los miles de crímenes cometidos contra los viajeros centroamericanos. Impunes, todos fueron permitidos por los gobiernos de los tres niveles al omitir acciones suficientes para proteger a los migrantes.
“Es un nuevo holocausto: secuestros, asesinatos, violaciones, mutilaciones, esclavitud, eso es lo que viven estas personas en nuestro país. Es notable la doble moral que vivimos en México, por un lado pedimos respeto para nuestros migrantes y por el otro aplastamos a nuestros hermanos centroamericanos”, dice el sacerdote con molestia.
Amenazado de muerte y amagado por autoridades migratorias, Fray Tomás afirma también que aunque el gobierno local lo niegue, Veracruz, el estado en el que desapareció Álvaro, es el más peligroso.
LAS CAPITALES DEL SECUESTRO
Puntos como Las Choapas, Coatzacoalcos, Medias Aguas, Tierra Blanca y Orizaba son los sitios de más alto riesgo en el itinerario de los viajeros. Fray Tomás describe que los miles de ilegales conocen desde sus países de la inseguridad en esos lugares a los que llaman las capitales del secuestro.
“Es una práctica común de estos gobiernos negar estas realidades, ni las autoridades federales ni las estatales han querido hacer algo. Se les ha ido el tiempo en negar los hechos. Es el caso de Veracruz, el estado más violento en contra de los migrantes”, explica el religioso.
Fray Tomás confirmó el secuestro de 20 indocumentados en Medias Aguas hace unas semanas. Ese crimen fue denunciado por el sacerdote Alejandro Solalinde, para que poco tiempo después el gobierno de Veracruz saliera a desmentirlo.
Rubén Figuera, vocero del Movimiento Migrante Mesoamericano, asevera que los secuestros colectivos en Veracruz son comunes. Durante la caravana de madres migrantes informó de 10 casos similares al de Medias Aguas, todos registrados en los últimos dos meses.
“El problema es que esos testimonios son de mujeres y hombres como los hijos de estas señoras. La Ley mexicana los ignora. Por eso dicen que no pasa nada, que no hay denuncias, que esto no existe. Todos ellos son invisibles, no les importan”, acusa el activista.
VIVOS O MUERTOS
Carmen despertó temprano. Soñó que encontraba a Álvaro y que se fundían en un abrazo. Abrió los ojos agitada, rodeada de los retratos de los hijos de sus compañeras. Luego intentó quedarse dormida de nuevo pero ya no pudo ver a su hijo, lo perdió también en sueños.
“Las Patronas” también madrugaron. Prepararon el desayuno para sus huéspedes. Las madres con corazones rotos debían partir pronto y seguir su camino hacia la frontera norte. Allá siguieron preguntando si alguien había visto a sus seres queridos.
Un quinteto de migrantes caminó desde Córdoba hasta Amatlán de los Reyes siguiendo la fama de “Las Patronas”. Dos de ellos iban apoyados de muletas y avanzaban con dificultad por las calles arenosas del pueblo. Otro solo tenía un brazo, fueron víctimas de “La Bestia”.
Mientras los cinco hombres comían con prisa unos tamales, Carmen se acercó y una vez más preguntó si alguien conocía al muchacho que aparece en los retratos que llevaba con tanta devoción. Esta vez alguien pudo decirle algo.
“Yo lo he visto. Se lo ha comido ‘la Bestia’ allá atrás, cerca de Medias Aguas, su hijo está bien muerto”, dijo uno de los hombres pese al regaño de sus compañeros de viaje y el semblante cada vez más triste de la mujer.
Otro de los viajeros pidió a la madre que no creyera la versión de su compañero, que no era a su hijo al que habían visto morir. Pero aquellas palabras se quedaron clavadas en el corazón de Carmen, quien apenas pudo contener el llanto.
“¿Será cierto lo que me ha dicho ese hombre?”, preguntó a otra mujer a la que le confió lo que había escuchado, “¿Será cierto que mi hijo está ya muerto? ¿Ya nunca más lo voy a volver a ver?”, insistió Carmen a Clementina, quien no tiene noticia de sus hijos desde hace 10 años.
Clementina todavía tiene esperanza de volver a ver a sus hijos, pero le dice a Carmen que tienen que preparar sus corazones para cualquier noticia, incluidas las peores. Lo importante, predica la mujer originaria de Honduras, es tener una certeza para ahogar la zozobra.
“Quiero saber qué pasó, aunque sean malas noticias, ¿qué voy a hacer, acaso conformarme?, necesito saber qué pasó con mis hijos, sólo le pido a Dios un corazón fuerte para resistir si es una mala noticia, también le rezo por mis compañeras”, manifestó Clementina.
EL CAMINO
Después de escuchar misa, las mujeres empezaron a preparase para seguir el viaje al norte. Antes caminaron hacia el cruce de las vías para tomarse una foto de recuerdo. Pese a su gran tristeza mostraron sus rostros a las cámaras. Quizá sus hijos puedan ver que los están buscando.
Observaban las vías con melancolía, internaban la mirada hacia el sur con la esperanza de ver venir un ferrocarril. Querían antes de irse poder ayudar a “Las Patronas” a alimentar a los viajeros, como si así lograran alimentar a sus propios hijos.
Poco a poco las mujeres fueron ocupando sus lugares en los autobuses que las llevaría hacia la frontera añorada por los suyos. Norma abrazó a todas al pie de las escalinatas. Ninguna quiso irse sin agradecer a la mujer que, tal vez, regaló agua o una ración de comida al hijo que están buscando.
Ya listas las viajeras, la caravana avanzó y se alejó de la casa de las “Las Patronas”. Días después, de vuelta a la frontera sur, las mujeres pasaron por Tierra Blanca y Coatzacoalcos. Carmen siguió buscando a Álvaro ahí.
Pero aquel día, al salir del pueblo, los vehículos se detuvieron un instante sobre las vías que se perdían entre los cañaverales. Las madres colocaron la palma de sus manos sobre los cristales y bendijeron el camino difícil que hijos como los suyos recorrerán.
*Originario de Coatzacoalcos, Veracruz. Licenciado en periodismo por la Universidad Veracruzana. Quería relatar historias de ficción hasta que encontró que también es importante contar las reales, por eso se dedica al periodismo. Actualmente trabaja en el periódico Imagen de Veracruz.
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